Por favor: «Que un poder frene a otro poder»

Que un poder frene a otro poder”, dijo Montesquieu. Pero este principio ha cambiado: la partitocracia quiere un poder sin frenos y el pacto tácito, por intereses mutuos, de los partidos mayoritarios, hace que nunca se proceda a la reforma. Jamás he comentado nada de un «Acto político», ni muchos menos electoral. No me he sentido, no me siento capaz, de adentrarme en un mundo que desconozco, pero que visto de fuera me da miedo, y me produce en muchas ocasiones «escalofríos». Pero hoy me siento obligado, no sé el motivo, seguramente el recuerdo, desde hace pocas semanas mas vivo que nunca de una ansiada libertad, que daba sus primeros pasos con un adolescencia claramente prematura allá por el año 1969. El sentido que yo doy a la Libertad en la vida es de tal calibre y tan alejado de cualquier barrera que me lleva permanentemente a vivir abismos que para mi son naturales, pero realmente están al borde de lo que socialmente se considera «inaceptable o impropio». Me es indiferente, en cualquier caso. Según el clásico Benjamín Constant, hablando de las responsabilidades públicas “[los ciudadanos] no quieren ni pueden hacerlo por ellos mismos (…) ya que no siempre tienen tiempo ni posibilidades”. Estas palabras indican que la tarea de dirigir un Estado moderno es difícil e ingrata: los ciudadanos prefieren dedicarse a su trabajo, a su familia y amigos, a sus ratos de ocio, y encargar la tarea de gobernar a otros, a especialistas en la materia, que serán más competentes y les dejarán dedicarse a sus ocupaciones preferidas. Y nosotros, hemos elegido un modelo en el que esta tarea la realizan, nos dicen con gran sacrificio, los partidos políticos. Pero la realidad es que los partidos han «colonizado» el Estado, se han repartido el botín y consideran lo público como patrimonio propio. Y además se lo han montado de tal forma que debemos escoger no a personas, sino a «sus listas» que son de todo, salvo contadas y honrosas excepciones, menos democráticas. Pero como todo parece poco, han decidido controlar todo el sistema e incluso, por que no, a la sociedad misma, ya sea directamente desde los medios de comunicación o desde los poderes económicos (sé donde trabajo, por cierto) Pero rizando el rizo de lo desmedido, del triple mortal circense, mientras nosotros asistimos atónitos, e incluso aplaudimos, a su «Blindaje definitivo», ellos se dedican a domesticar, eligiendo directa o indirectamente, a los órganos constitucionalmente independientes que ejercen funciones de control y consulta: Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial, defensores del pueblo, tribunales de cuentas, secretarios e interventores de ayuntamientos y diputaciones, consejos consultivos, económicos y sociales. También, a las administraciones independientes (Agencia Tributaria, Banco de España, Agencia de Protección de Datos) y organismos reguladores (Comisión del Mercado de Valores, consejos de radio y televisión, tribunales de la competencia…) y hasta hace poco las cajas de ahorros públicas. Todos ellos tanto en la Administración central como en las comunidades autónomas y los entes locales. Cadenas que no existenQue un poder frene a otro poder”, dijo Montesquieu. Pero este principio lo han matado, ha muerto: la partitocracia quiere un poder sin frenos y el pacto tácito, por intereses mutuos, de los partidos mayoritarios, y hace que nunca se proceda a la reforma. ESTO ES UNA MIERDA, QUE ESTÁ EN NUESTRAS MANOS, NUNCA MEJOR DICHO ROMPER CON NUESTRO VOTO. Es nuestra «Estaca», estas son nuestras «cadenas» actuales. Aquella fue escrita, y muchas  veces llorada por mí posteriormente (sigo llorando hoy), en 1968 y era, como es ahora, un llamamiento  a la unidad de acción para liberarse de un poder que oprimía nuestra libertad, ahora mucho mas sutilmente y formando nosotros parte del coro, también tenemos que tirar otra estaca. Yo pienso hacerlo, aunque me quede, en ocasiones, sin fuerzas. Mirando a los sentimientos desde mi piedra PERDÓN POR lo de «MIERDA» PERO, A VECES, UNO NO PUEDE MÁS…

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